¿Quién teme a la inteligencia artificial?

Análisis sobre el desarrollo de la inteligencia artificial y las cuestiones éticas que plantea escrito por Moisés Camarero Aguilar, Director General de Compusof, y publicado en computing.es.

Parece que el término de inteligencia artificial se usó por primera vez en 1956, en una conferencia en Hannover (Alemania), aunque el desarrollo de máquinas inteligentes ya se encontraba implícito en los trabajos de Alan Turing, el padre del concepto de ordenador y por tanto de todo nuestro sector, que datan de 1950. Cuando hablamos de IA en todos nosotros aparecen imágenes de las novelas futuristas de Isaac Asimov en las que robots inteligentes convivían con seres humanos. En sus páginas, Asimov imaginaba siempre inteligencias muy desarrolladas y evolucionadas capaces de un pensamiento similar al nuestro. La IA puede ser clasificada como ‘fuerte’, -asimilable al pensamiento humano-, o ‘débil’, -capaz de inferir conclusiones sencillas en sistemas controlados-.

También puede ser ‘general’ -aplicable a cualquier problema- o ‘restringida’, -solo válida para resolver el problema para la que ha sido diseñada-. Si hablamos del cerebro humano, este es una inteligencia ‘fuerte’ y ‘general’, por más que algunos tengamos dudas viendo las decisiones que toman algunos de nuestros políticos. Absolutamente toda la IA que existe en este momento es del tipo ‘débil’ y ‘restringido’, lo cual no significa que no se hayan conseguido grandes logros, tales como la capacidad de aprendizaje y de toma de decisiones sobre problemas realmente difíciles que incluyen gran cantidad de elementos y variables. Y todo ello se ha logrado gracias a la reciente disponibilidad de una potencia computacional asombrosa a precios asumibles y, sobre todo, a la disponibilidad de una ingente cantidad de datos que es lo que realmente permite aprender a estos algoritmos. Los sistemas de inteligencia artificial avanzan a grandes pasos.

Sin ir más lejos, IDC pronostica que el gasto en sistemas de IA pasará de los 37.500 millones de dólares a 97.900 millones de dólares en 2023, lo que indica que se triplicaría en solo cuatro años. Por industrias, banca y retail son quienes realizarán mayor gasto en estos sistemas durante este año. De hecho, casi la mitad del gasto del retail estará destinado a agentes automatizados de servicio al cliente y asesores de compras expertos, así como a sistemas de recomendación de productos. Por su parte, la industria bancaria centrará sus inversiones en sistemas automatizados de inteligencia y prevención de amenazas y análisis e investigación de fraude. Por áreas geográficas, Europa será la segunda región que más invierta en IA, solo superada por EEUU.


Dudas éticas

En estos tiempos surgen algunas dudas éticas cuando hablamos de IA, pues tendemos a identificar como real lo que solo es ciencia ficción. No obstante, los desarrolladores no deben olvidar que los algoritmos de IA carecen de los valores y de la experiencia humanos, por lo que no parece recomendable dejarlos actuar y decidir de forma autónoma. Nos enfrentamos a años apasionantes de avance y desarrollo en los que nos sorprenderemos, y quizá horroricemos, de nuestra capacidad como especie para avanzar en campos nunca explorados hasta ahora, gracias a la inteligencia artificial y sus inmensas aplicaciones. El objetivo último de la IA es lograr que una máquina tenga una inteligencia de tipo ‘general’ similar a la humana, pero para ello aún deben de aunarse diferentes factores en los que la ética tenga un papel relevante. Sin duda, este es uno de los objetivos más ambiciosos que se ha planteado la ciencia desde sus orígenes.

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