La educación del futuro

Artículo de opinión de Moisés Camarero, Director General del Grupo Compusof, sobre la educación del futuro.

Hasta hace poco, muchos aeropuertos se llenaban de estudiantes que viajaban a las Universidades para comenzar sus cursos o sus MBA en Inglaterra o Estados Unidos, por poner ejemplos. Con las actuales restricciones, las colas de facturación se encuentran desiertas y las mascarillas campan a sus anchas donde antes costaba, incluso, llegar a tu mostrador de salida.

No es para menos, los Campus son el caldo de cultivo ideal para el virus y han sufrido restricciones que, unidas a las del transporte aéreo, suponen un golpe extraordinario para la educación de alto nivel que, en teoría, es la que más valor añadido genera en términos de formación de capital humano. Por poner un ejemplo, EEUU ha prohibido el ingreso a su territorio de estudiantes extranjeros si sus cursos pueden recibirse online y en la práctica, ocurre lo mismo en Reino Unido, Francia, Australia o Canadá.

Los gobiernos invierten importantes sumas de dinero en la Formación Superior -especialmente los anglosajones, aunque pueda parecer lo contrario al no contar con grandes universidades públicas-, pero al mismo tiempo ven con preocupación una cierta desconexión entre el mercado de trabajo futuro y la inversión que realizan actualmente. Por ejemplo, en Australia se han incrementado los alumnos de carreras humanísticas, cuando se sabe que la mayor demanda en el futuro será de carreras técnicas, en especial las relacionadas con la Economía del Conocimiento. Tampoco los métodos de la universidad han evolucionado sustancialmente en el último siglo, donde el catedrático sigue básicamente ofreciendo lecturas que podrían seguirse fácilmente online y, de hecho, así está ocurriendo.

La educación superior se está enfrentando por tanto a una cuestión existencial. ¿Volverá todo a ser igual en la era post-covid? Obviamente la respuesta es no y no únicamente por la irrupción de la teleformación, sino porque el modelo debe revisarse desde sus cimientos.

Por un lado, se cuestionan los métodos de enseñanza, que están claramente anticuados y son más eficientes y ubicuos con el uso de las nuevas tecnologías. Por otro, se observa con desconfianza el alto grado de politización de los campus, que no es del agrado de todos los “pagadores” de la enseñanza. Y por último, y quizá lo más importante, ¿estamos formando a nuestros ciudadanos en lo que nuestra sociedad realmente necesita para el futuro? El gobierno australiano ha definido ciertas “prioridades nacionales” y se ofrece a pagar los MBA online en esas áreas a los potenciales interesados. Por otro lado, encarecerá las carreras no alineadas con esas prioridades mientras que subvencionará con esos fondos las que sí lo están.

Macron acaba de lanzar un plan más amplio en Francia, también basado en el interés nacional, recogiendo el espíritu del plan de Charles de Gaulle de 1946. Esta forma de pensar a largo plazo contrasta fuertemente con el corto plazo imperante en la política de muchos países más ‘sureños’. Hace un año era casi ciencia-ficción pensar en una reforma de calado en España.

A pesar de todo, la revolución que ha supuesto la Covid y que ha tenido como consecuencia la destrucción de los seculares cimientos de la educación, ha generado y generará cambios muy positivos que de otro modo no hubieran podido acometerse. No hay mal que por bien no venga, que suelen decir los antiguos.

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